La Torá y la Tierra




Cuando Dios eligió, no mencionó la Tierra Santa. Y cuando les informó a los israelitas sobre su inminente liberación de la esclavitud egipcia, les dijo que los redimiría como un pueblo y los llevaría a la Tierra Prometida, pero no mencionó la Torá.

Así, podemos inferir que la aceptación de la Torá no guarda relación con la posesión de la Tierra.

La Torá representa el pacto entre Dios y Su pueblo: ellos aceptaron obedecer Sus leyes y el hecho de que Él sería su Dios.

La promesa de la Tierra parece ser una recompensa adicional por la observancia de la Torá. En verdad, para heredar la Tierra, uno debe primero aceptar la Torá.

Vemos entonces que luego de alabar a Dios y recordar el descenso y la posterior liberación de Egipto, el rey David concluye como sigue: “Él les dio las tierras de las naciones y el trabajo de los pueblos, para que pudiesen guardar Sus estatutos y observar Su Torá” (Salmos 105: 43-44).

Cuando Dios está manifiesto, es posible percibir la santidad de la Tierra. Si Dios está oculto, también la santidad de la Tierra está oculta. Para poder revelar a Dios y a la Divinidad, uno debe evitar la idolatría, servir a Dios, reconocerLo como el Creador y observar Sus mandamientos.

Esta es la voluntad de Dios y el propósito, seremos bendecidos con la manifestación de la santidad de la Tierra Santa.

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Esta Tierra Es Mi Tierra
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